Revelar miedo puede hacerlo a uno débil en el ámbito de lo privado, pero fuerte en el escenario de lo público. En ello se esconde, ciertamente, la tentación de fingir algo ante sí mismo y ante los demás. (Bude, 2017, p. 104)
Se valora aquellos que intentan empezar una nueva vida, que buscan nuevas y mejores oportunidades, aun con los riesgos y consecuencias que ello implica. No se puede negar el miedo que causa la toma de decisiones y los prejuicios frente a lo que otros han realizado y que han sido proyectos fallidos o logros alcanzados, sólo aquellos que se atreven a dar estos pasos son los que logran grandes cambios para la humanidad y se convierten en un signo de esperanza cierta que abre caminos, posibilitan la esperanza; son pasos de fe que nos ayudan a soñar. La fenomenología del miedo nos muestra el tipo de sociedad en que vivimos, lo excesivamente precavidos que podemos volvernos, que bueno explicar los miedos y enfrentarlos no como consejo cliché sino como propuesta transformadora.
Si los miedos son provocados por nosotros mismos claro que podemos superarlos. Aquellos miedos que surgen por nuestras pretensiones de imagen “el qué dirán”, de ambiciones, de poder, de querer, miedo a la nota, miedo al examen de biopsia, miedo e incertidumbre al futuro. Ahora bien, es claro que los miedos nos hacen reflexionar sobre las consecuencias de actuar de una u otra forma, lo cual es importante cuando se trata de proyectar lo mejor para nuestra vida, no obstante, resulta importante confiar y arriesgarse, pues contrario al miedo, está la seguridad concepto del cual deriva al éxito. Cuan valioso es entender que en momentos es necesario salirnos del guion e intentarlo todo y pese al riesgo de un fracaso, ello no debe constituirse en un impedimento para intentarlo las veces que sea necesario, hasta lograr los objetivos… Gran pregunta personal ¿A qué le temo?
Aun cuando volvemos a una “normalidad” y se activan planes para retomar y emprender nuestra vida ordinaria, es evidente el cansancio que está causando encontrarse con la gente, ver los medios de transporte masivo llenos provocan estrés, disminuyen las visitas, no se sostienen conversaciones prolongadas, persiste mayor observación de los dispositivos electrónicos mientras se está en una conversación o reunión, basta salir a un restaurante y en un porcentaje alto se evidencia a las familias sujetas al celular, la comodidad y costumbre de tener el dispositivo en la mano o sobre la mesa, hace que las conversaciones presenciales sean tediosas.
Sumado a ello, se erige la inseguridad que viven ciudades como Bogotá y ello alimenta la sensación de miedo y ver que la mejor opción es quedarse en casa, el “quédate en casa” se volvió el eslogan post pandemia para aprobar el estar protegido de todo y de todos. Pasaremos a ser la sociedad del aislamiento, la sociedad en diáspora, sociedad del aislacionismo, en donde el otro es el gran desconocido y tan distante seguirán quedando las conversaciones en torno a lo que hacemos, en un mundo con tantos obstáculos a la hora de los encuentros fraternos, cada vez más filtros para acceder al compartir con un grupo. La competitividad se acrecienta a nivel interior y exterior, así las cosas, lo medimos todo, ya no solo el tiempo, sino el amor, la amistad, la familia y si algo falla tan premeditados como se puede estar, fácilmente se desiste de todo.
Aunque pareciera, la verdad es que no nos estamos ajustando a esta nueva normalidad, pues fácilmente todo cansa; no en vano el abandono de proyectos estables, la resistencia a salir de casa y la experiencia de la monotonía en todo y todos. Ahora bien, todo está para decir que por más fuerte que haya sido esta experiencia de la pandemia y los cambios que estamos viviendo, en Dios todo lo podemos superar, podemos dar pasos que permitan avanzar y amar dando la vida y encontrando la vocación del servicio se podrá ya no medirlo todo sino arriesgarlo todo. De acuerdo a las decisiones y caminos que tomemos, los resultados siempre serán diferentes; las oportunidades y los miedos cambian rumbos, de esta manera, en Dios ojalá utilicemos los dones, talentos y virtudes con una valentía capaz de comprometernos por los demás y hacer el bien. Recordemos a Isaías 41,10 “No temas, pues yo estoy contigo; no mires con desconfianza, pues yo soy tu Dios; yo te he dado fuerzas, he sido tu auxilio, y con mi diestra victoriosa te he sostenido”
Wilsson Ávila, Pbro.
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