En palabras del autor colombiano Cruz Kronfly, han quedado solamente el consumismo, el hedonismo y el nihilismo. Vivimos para consumir, para el placer y vivimos sin valores o verdades absolutas. Kronfly (Citado en Donner, 2012, p. 18)
Hasta qué punto algunos quieren mostrar que agoniza la religión católica, que ya nada será como antes, que es necesario en urgencias, un último llamado de unción para despedir lo que una vida fue; como cuando se ingresa a bellos monasterios y estructuras físicas de seminarios que dejan el olor de una vida que hubo pero que ya no existe… ¿Cuánto de lo que tenemos no es más que el recuerdo? No es vivir en nostalgia, sino en la esperanza de la transformación y del inicio de algo nuevo, pues definitivamente algo debe brotar. Siempre podemos esperar una primavera dadas las cosas y de acuerdo con la realidad, es posible que levantemos nuestra mirada y veamos al cielo, de donde nos viene el auxilio, con un compromiso cada vez más acentuado en que es necesario repensar nuestra historia de vida y replantearnos cada día con lo que tenemos en las manos hoy.
La oportunidad que tenemos de volver nuevamente a los templos es una de las maneras de caer en la cuenta, que la fe no se ha perdido, que la Iglesia sigue viva, que somos muchos los que seguimos con nuestra fe intacta y creciente, que nos reúne un mismo altar, un mismo sacrificio y que nos enorgullece volver a ver llenos nuestros templos y que contamos con comunidades cada vez más convencidas de la necesidad de celebrar la vida en comunión. Sin embargo, nos entristece reconocer como siendo tantos los creyentes, en Colombia siguen existiendo rastros de violencia y crueldad, como la corrupción que permea las instituciones y que prolonga cada vez más la consolidación de una paz verdadera y estable.
Las parroquias nuevamente tienen su dinámica y presencia en todos los lugares de la Ciudad Región de Bogotá y municipios aledaños, escenarios que vuelven a albergar a una comunidad que busca el encuentro, que somos una familia que sonríe, ama y espera. No se puede negar que las plataformas virtuales han facilitado un “tele-evangelio”, que, aunque va restando fieles presenciales si llega a comunidades nuevas y que estaban lejanas, pero sedientas de información; es evidente la necesidad de una carrera titánica para no perder nuestra comunidad y como dice el papa francisco “no nos dejemos robar la comunidad” no perdamos el pastoreo, el ritmo lo pone Dios. No obstante, la tarea no es fácil, de cara a una sociedad que día a día nos enfrenta a retos de especial atención.
Surgen tantas alternativas para el hombre de hoy, en un mundo de carreras, consumismo, producción y diversión, se encuentra e identifica la más clara huida de la realidad, donde unos colectivos aprovechan la información y otros acuden a la superficialidad; donde el interés está en el mundo exterior en búsqueda de nuevos horizontes, encontrando en lo establecido el ritmo de las rutinas. A través de la historia, la iglesia cristiana ha tenido que enfrentar el desafío de no dejarse absorber por las corrientes culturales e intelectuales del momento. Este momento de la posmodernidad es la oportunidad de vivir la fe, hasta entender que nada mejor que orar y dejar a Jesús sacramentado estas cargas, que sea quien lleve la barca de nuestra vida a puerto seguro.
Wilsson Ávila, Pbro.
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