“La religión es una cuestión privada en el marco de un Estado constitucional. Desde aquí se entienden iniciativas legales sobre el divorcio, el aborto, la equiparación de uniones del mismo sexo al matrimonio tradicional, la exclusión de la enseñanza de la religión en la escuela, o la financiación de la Iglesia. Este neo-laicismo aparece como una revancha histórica aplazada”. (Berzosa, 2007, p.176)
Enfrentamos una revolución biogenética y biotecnológica en biomedicina, fenómenos nuevos de experimentación, así como problemas ecológicos, entre otros, que buscan mejorar la calidad de vida y alivianar el sufrimiento, pero como todo, con unos dilemas y límites que se han de tener presentes cuando se traspasa la barrera de la dignidad humana, la libertad y la autonomía, que obligan a buscar un consenso y defensa de los desprotegidos y vulnerables que terminan siendo los más afectados. A este punto en que llega nuestra sociedad colombiana y gran parte del mundo, no será extraño que en determinado momento parte de la comunidad científica sea quien decida la clase de intervención y obligatoriedad de sus prácticas, justificadas por cualquier motivo.
Si en algún momento de la pandemia se inició con una selección natural en el momento más alto de los picos del coronavirus y se hizo necesario decidir a quién colocar un ventilador y a quien no, no es de extrañarse que en el algún momento se empodere un número reducido de personas a que tomen decisiones de alta complejidad en torno al valor de la vida humana; un claro ejemplo, es el caso de la corte constitucional de Colombia, quien haciendo uso de sus facultades optó por despenalizar el aborto hasta la semana 24 de gestación. Una sociedad que quiere tener todo bajo control y que no tolera el más mínimo margen de error, esconde un sin número de inseguridades que le llevan a creer en propuestas avanzadas a como dé lugar, en las cuales no hay cabida para al enfermo, el feto, el débil, entre otros. La misión de la ciencia al servicio de la vida, vivir con sentido y esperanza.
¿Dónde ha quedado aquel ser humano pensante capaz de generar diálogo y reflexión? y ¿Dónde ha quedado la verdadera academia? A qué juego se enfrenta el mundo de hoy, pierden las disciplinas del saber, pierde la familia, perdemos todos. El ser humano debe ser respetado y tratado como persona desde el instante de su concepción y, por eso, a partir de ese mismo momento se le deben reconocer los derechos, principalmente el derecho inviolable de todo ser humano inocente a la vida, la causa será seguir adelante en la defensa por el respeto, el amor, el perdón y no olvidar temas como el maltrato intrafamiliar, el hambre, el conflicto armado desatado en el país, la corrupción, la pandemia del coronavirus, la economía mundial, las enfermedades mentales y del alma, la crisis de sentido y la superación del duelo. Este debate y reflexión permite alejarse del de las actitudes superficiales, pese a las críticas que pueda enfrentar la Iglesia, es una voz que invita a no pasar tan rápido y de largo frente a temas de vital importancia; necesitamos diálogo y reflexión en favor del cuidado integral de la vida, por más que la sociedad quiera proclamarse aconfesional y querer ser un estado laico, no podemos olvidar que hay temas que son referentes a los valores y los derechos. La libertad intelectual exige de todos un aporte y una palabra en medio de una sociedad democrática, pensar juntos para cuidar la vida juntos.
Como Iglesia, podríamos pensar que no estamos enfrentados a nada y ser indiferentes a todo cuanto ocurre y sobre todo sin una visión en prospectiva hacia dónde se quiere llegar, sin embargo, la verdad es que es muy delicado, cuando el fin no justifica los medios, para muchos no importa si el feto se forma en una animal o si la vida se vuelve artificial, perdemos las causas trascendentales y los axiomas que permiten motivar un futuro para todos, un cientificismo que lo razona y niega todo, mostrando que unas vidas entorpecen la felicidad; los resultados de toda propuesta eugenésica será impensable en el hoy y la puerta que sin lugar a duda se abre, será la muestra de hasta dónde puede llegar el hombre sin Dios, sin quien ponga los límites. No podemos olvidar que el verdadero daño sigue estando en el corazón y que ahí, genéticamente, nunca se podrá llegar, lo que hace daño no es lo que viene de fuera, es lo que sale de dentro (marcos 7,14-23).
P. Wilsson Ávila
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