El pensamiento es una actividad esencial del cerebro que hay que desarrollarla con un efectivo aprendizaje crítico, reflexivo y analítico. Eso quiere decir, que hay que alimentar el pensamiento, evitando la pereza, la pasividad o el letargo en el que suelen caer la mayoría de los estudiantes en las escuelas y universidades, al igual que las personas del común de la sociedad, dando esto origen a un estado de vida superficial, pobre, decadente y sin aspiraciones de ninguna clase, que hacen de un país en éstas condiciones algo subdesarrollado.
Pensar no es sólo el ejercicio natural de una facultad, como suele creerse, aunque ella se tenga. Pues, el pensamiento no piensa a partir de una buena voluntad; nunca el pensamiento piensa sólo y por sí mismo, necesita estímulos externos que ayuden a desarrollarlo. Por eso, algunos pensadores –entre ellos Platón- sostenía que hay que obligar a pensar para hacer del pensamiento un hecho activo. En el mito de la caverna sostenía que los hombres desde la infancia están prisioneros y encadenados de pies y manos y con la cabeza inmóvil viendo desde la oscuridad, las sombras que pasan frente a ellos por una pequeña abertura por donde entra una tenue luz que proyecta dichas sombras. Dice que a estos hombres hay que liberarlos, levantarlos, forzarlos y obligarlos a ver la luz, el fuego, y el sol para que lleguen a la verdad.
Nietzsche decía que había que obligar a pensar mediante la violencia externa al pensamiento no pensante, de lo contrario la potencia del pensamiento no se alcanzaría. “Un poder debe obligarle a pensar, debe lanzarle hacia un devenir activo”. Esta coacción, es un adiestramiento que Nietzsche llama “Cultura”.
Interesante esta visión de Nietzsche porque consideraba la cultura, esencialmente como adiestramiento y selección, expresión de la “violencia de las fuerzas que se apoderan del pensamiento para hacer de él algo activo, afirmativo”. Para Nietzsche, “la cultura, es una violencia sufrida por el pensamiento, una formación del pensamiento bajo la acción de fuerzas selectivas, un adiestramiento que pone en juego todo el inconsciente del pensador”.
En el fondo lo que se está criticando es la pasividad del pensador que se quedó en el modelo platónico-socrático del “pensamiento como amor y deseo de la verdad, de lo bello, del bien”; modelo que no obliga a pensar porque es estático, predeterminado y limitado. Y en el modelo que obliga a pensar mediante la coacción de la cultura,” pensar depende de ciertas coordenadas”: lugar, hora y elemento.
Pensar la realidad es una obligación que nos impone el devenir-activo, de lo contrario “no pensaremos hasta que no se nos obligue a ir allí donde están las verdades que dan que pensar, allí donde se ejercen las fuerzas que hacen del pensamiento algo activo y afirmativo”.
P. Rodrigo Poveda – Gigo.
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