Es imposible para los bogotanos de verdad no expresar nuestra frustración, tristeza y total inconformidad por el estado actual de la ciudad. Se está cayendo a pedazos. Acaban de arrasar el monumento de Los Héroes. No importó que tuviera diseños del mismo escultor de las puertas de San Pedro en el Vaticano (¿en la alcaldía actual sabrán que existe el Vaticano?) y también las del palacio arzobispal de Bogotá (¿Sabrán que está al otro lado de la plaza de Bolívar?). La ignorancia de cultura universal de quienes han manejado el gobierno de Bogotá en los últimos 20 años raya en los límites de la ceguera total. ¿Estarán pensando en demoler la catedral para poner allí un parque para mascotas o en convertir el palacio de Nariño en un pasaje comercial para vender artesanías? No me sorprendería.
Hace años arrasaron con la avenida Caracas. Tumbaron sus enormes urapanes, inventándoles una enfermedad y metieron allí el Transmilenio que logró convertirla en una vía muerta para todo lo demás. Y una vía pavorosa, totalmente insegura, sucia y oscura. Y abandonaron a su suerte la carrera séptima, entregada sin sonrojarse a un par de ciclistas que circulan por un carril que fue diseñado para automóviles. Y todas las propiedades privadas a sus lados fueron entregadas a las manos de unos pintores de grafitis que jamás se les ocurrió tocar a la puerta para preguntar si sus dueñas estaban de acuerdo con semejante atropello a sus bienes. Y la alcaldía quieta como una estatua, sin cumplir sus funciones de proteger la vida, la honra y los bienes de los ciudadanos. Increíble todo esto.
Y la autopista norte, lo más parecido a una escalera de concreto, se hunde sin que nadie se apiade de ella y de sus usuarios, mientras su constructor recorre el mundo diciendo cómo deben hacerse las ciudades. La antigua salida a Villavicencio ya casi es un viejo camino de mulas, de pura piedra y huecos. El Bronx lo tumbaron y todo lo que allí se daba se democratizó a lo largo y ancho de la ciudad. Y la ya institucionalizada violencia en los portales de Transmilenio arrasa con los bienes públicos sin que la autoridad distrital vele por lo que es de todos. Los puentes de la ciudad, por debajo, son pavorosos, sin que nadie los cuide y proteja a las personas que deben caminar por allí. Bogotá, tierra de nadie.
Y, sin embargo, yo estoy seguro de que todo esto hace parte de un plan para crear miedo, malestar y que mucha gente sienta ganas de irse de la ciudad … para que otros se queden con todo. Creo que para allá es hacia donde vamos. La inseguridad desbordada hace parte de este modo de pensar: que la gente abandone lo que tiene, huya y todo quede en manos de la canalla.
Los bogotanos de pura cepa sentimos que quieren quitarnos nuestra ciudad. Por ahora la están desmantelando. ¿Será que estamos condenados a morir en climas tórridos, rodeados de cocodrilos, oyendo hablar otro idioma y sin volver a tomar ajiaco de tres papas?
Tomado de El Nuevo Siglo
Rafael De Brigard, Pbro.
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