El corazón humano está lleno de deseos; todos deseamos; todos nos hacemos ilusiones y planeamos entregando nuestras emociones… Y entonces viene el descalabro… ¿Quiere sentarse a la derecha o izquierda de Dios en su Reino? ¡Tenga cuidado! porque eso implica sacrificio; es un cáliz que no sabemos si estamos dispuesto a beber; y si no lo estamos, no habrá nada.
El anhelo es otro asunto. El anhelo es la sed del alma sedienta de Dios, que está dispuesta a sacrificarlo todo por dejar abierto el campo solo al soplo del Espíritu divino, y cualquier sacrificio es visto como poca cosa al lado de la riqueza de la Presencia divina. Entonces el anhelo no es un deseo, el anhelo es un impulso espiritual por la meta más grande, y conlleva una determinada determinación por llegar a esa meta.
Casi todo deseo humano está cargado de egoísmo: quiere poder, quiere tener, quiere placer. Es tan enceguecedor que incluso muchos llegan de rodillas ante Dios para pedirlo con tanta ingenuidad como descaro. Nuestro camino, es un camino movido por el anhelo interior que va acompañado de entrega determinada; es un anhelo de permanecer unidos a Dios como continua experiencia espiritual…
SALMOS Espiritualidad Integral
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