Así llamó santa Teresa de Jesús a uno de sus libros: camino de perfección. Hoy nos encontramos con una sentencia del Maestro de Nazaret: “Sean perfectos como su Padre celestial es perfecto”. ¿A qué se refiere? Sin lugar a dudas la invitación de Jesús no es a alcanzar una perfección divina por nuestra cuenta. La perfección divina solo la da el Espíritu de Dios.
Si el sol y la lluvia caen igual sobre buenos y malos, según las palabras de la Escritura, la perfección a la que somos llamados es la capacidad de permanecer plenos y constantes en el amor; que no hace diferencias, el sol simplemente brilla, la lluvia simplemente cae, y yo simplemente amo. ¿Qué me importa quien sea que este frente a mí? Yo solo se amar. Ahí está la perfección.
Pero, no sé de dónde sacar tanto amor. Soy muy egoísta. Mi mente es selectiva. Mis intereses median en mis relaciones con los demás. Veo que el amor no saldrá de mí. El amor fluirá como una fuente que yace en mi: es el Espíritu Divino que habita el fondo de mi ser y que encuentro cada vez que me sumerjo en el silencio orante de mi contemplación.
SALMOS Espiritualidad Integral
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