El Informe de síntesis del sínodo de la sinodalidad 2023, cuestiona: “¿Qué deberíamos cambiar para que aquellos que se sienten excluidos puedan experimentar una Iglesia más acogedora? – y propone – La escucha y la acogida, no son sólo iniciativas individuales, sino una forma eclesial de hacer. Por esto, deben encontrar lugar al interior de la programación pastoral ordinaria y de la estructuración operativa de las comunidades cristianas en sus diversos niveles, valorando también el acompañamiento espiritual. Una Iglesia sinodal no puede renunciar a ser una Iglesia que escucha, y este compromiso debe traducirse en acciones concretas”.[1]
A este propósito, padres y madres sinodales prevén la preparación de los ministros de la escucha: “Las personas que desarrollan el servicio de escucha y acompañamiento, en sus diversas formas, necesitan una formación adecuada, en base también al tipo de personas con las que contactan, y necesitan también sentirse apoyadas por la comunidad. Por su parte, las comunidades necesitan hacerse conscientes del valor de un servicio ejercido en su nombre y de poder recibir el fruto de esta escucha. Con el fin de dar mayor evidencia a este servicio, se propone instituir un ministerio de escucha y acompañamiento, fundado en el Bautismo, y adaptado a los diferentes contextos. Las modalidades de conferirlo promoverán un mayor compromiso de la comunidad”.[2]
Teniendo en cuenta esta propuesta del sínodo, el cardenal Luis José Rueda Aparicio, arzobispo de Bogotá, vio la oportunidad de convocar a los presbíteros retirados del ministerio y a sus esposas y compañeras, que quieran sumarse a la tarea de la evangelización en la ciudad, al ministerio de la escucha. Aprovechando su preparación académica, su vida de fe y su experiencia familiar y profesional. Encargándoles también, colaborar en la Lectio divina en algunas parroquias que deseen recibir su apoyo.
Efectivamente, antes de la primera sesión del Sínodo de la sinodalidad, el cardenal Rueda Aparicio se reunió en dos ocasiones con algunos sacerdotes secularizados, o como él prefiere llamarlos, “sacerdotes con hogar”, provenientes de la arquidiócesis de Bogotá y de otras regiones de Colombia, especialmente del departamento de Santander, de donde es originario. Entre los presbíteros con familia, hay 6 de comunidades religiosas: jesuitas, eudistas y salesianos.
Estos encuentros sirvieron de pretexto para compartir, lejos de discusiones canónicas, la fe vivida y madurada de hombres y mujeres que desean ponerse al servicio de la Iglesia donde su experiencia cristiana y humana pueda ser de utilidad.
Los encuentros, iniciaron en 2021, de manera casual en la cocina de la parroquia de Nuestra Señora de Lourdes en Bogotá, donde monseñor Rueda Aparicio dialogó con Gabriel Malagón, pastelero y sacerdote retirado, que atendía una cena a la que había sido invitado el arzobispo de Bogotá. El párroco Leonardo Cárdenas los presentó. En aquel diálogo se enteró el cardenal de un grupo de WhatsApp conformado por sacerdotes secularizados y manifestó su deseo de querer encontrarse personalmente con ellos.
Han sido ya cinco, los encuentros. Los dos primeros, el 29 de julio y el 2 de septiembre de 2023, en el Seminario mayor arquidiocesano de Bogotá, en el que algunos habían hecho sus estudios al sacerdocio. El tercero tuvo lugar en una zona vulnerable del sur de la ciudad compartiendo con habitantes de calle y personas necesitadas en el marco de la Jornada mundial de los pobres el 18 de noviembre 2023. El cuarto encuentro, el 27 de enero 2024, al que asistieron por primera vez las esposas de los sacerdotes secularizados, se desarrolló en las instalaciones de la Universidad Minuto de Dios de Bogotá. El quinto encuentro tuvo lugar en el palacio arzobispal el sábado 13 de abril 2024.
A los distintos encuentros, han sido invitados sacerdotes en ejercicio de la arquidiócesis de Bogotá que colaboran con monseñor Rueda Aparicio en la pastoral sacerdotal: monseñor Alejandro Díaz, anterior vicario episcopal territorial de San Pablo, recientemente elegido por el papa Francisco como nuevo obispo auxiliar de Bogotá; el padre Edwin Vanegas, vicario episcopal territorial de San José y anterior rector del seminario arquidiocesano. En el cuarto encuentro participó también el padre Mario Alfredo Polo CJM, gerente general de la corporación Minuto de Dios.
En el encuentro del 27 de enero 2024, el cardenal Rueda Aparicio compartió anécdotas de su participación en la primera sesión del Sínodo de la sinodalidad. Estas fueron sus palabras “a braccio”:
«Es un momento esperado para mí, este encuentro con ustedes; lo disfruto al máximo; lo he comentado en distintos lugares; lo comenté en el sínodo, (aplausos). Lo comenté en el sínodo porque salió el tema y en mi pequeño grupo. Porque ustedes saben que esta vez fue en círculos menores; permanentemente lo han visto en las fotos que no fue en el aula que parece un teatro de esos antiguos, donde uno se sienta y queda fijo y ahí tiene el traductor y demás, no; éste era un trabajo sinodal, donde había laicos, donde había católicos y no católicos; donde había ministros ordenados; donde había hombres y mujeres; fue una experiencia muy bella…
Y cuando me correspondió, toqué el tema; y “pararon las orejas” para ver, bueno y éso…; yo les dije que éso venía; que yo heredé algo que ustedes mismos hicieron; pero mi alegría es que ustedes abrieron la puerta y me permiten estar con los sacerdotes y compartir con ustedes. Porque ésto es de ustedes, y debe seguir siendo de ustedes. Sólo que acompañarlos, estar en el encuentro para mí es motivo de inmensa alegría y de un aprendizaje enorme. Un aprendizaje en lo que es el cristianismo vivido en la realidad concreta. Para mí, eso es muy bello.
Quiero decirles también de la experiencia en diciembre (2023) que nos reunimos en Las Cruces [Un barrio marginal al sur oriente de la ciudad], y estuvimos en una acción misionera en una zona de dificultades: Yo admiro a los hermanos sacerdotes que están en estos barrios, como el barrio Santa fe, como en Las Cruces, como San Bernardo. Pero empieza a mirar de ahí para arriba, y el señor vicario sí que conoce porque ha transitado por ahí en todos esos lugares, son barrios desafiantes para el párroco.
Esa experiencia misionera de ir; de encontrarnos, con los pobres en la calle; de estar con ellos; de compartir la alegría, … porque ese día estuvimos como en tres escenarios distintos. Estuvimos en el asilo “Mi casa”, donde están los ancianos en esos tres pisos allá en la carrera décima con [calle] primera, [dirigido por] las Hermanitas de los pobres, de espiritualidad eudista fundada por Santa Juana Jugan.
Después subimos a la Casa de las Siervas de Cristo sacerdote, donde hay también esa experiencia de acoger niñas que están en situación de vulnerabilidad de sus derechos; pero que también algunas han cometido delitos y están allí en una experiencia de resiliencia; de volver a comenzar, de volver a vivir, y son muchas. Esta semana volví a estar allá con ellas; y agradezco al padre Mario [gerente de la corporación Minuto de Dios], esos 20 computadores que fue un regalo de navidad para esas niñas que están en esta situación. Muchas de ellas han sido víctimas de violencias múltiples, no solamente sexuales; sino múltiples violencias, y allí están. Ese es el rostro de Iglesia en silencio trabajando, haciendo cercano el Evangelio.
Después estuvimos en la Casa de la esperanza, que es el lugar a donde llegan los habitantes de distintos lugares del país, que traen sus enfermos familiares de cáncer y vienen al Instituto nacional cancerológico que queda ahí a una cuadra… y llegan a Bogotá diciendo, ¿… y dónde me voy a quedar esta noche? Y alguien que viene, “voy a hacer la cuña”, de Timbiquí; alguien que viene de esas zonas difíciles; de esas zonas duras; que para salir de Timbiquí no hay carretera a Popayán. Ese es un reclamo permanente, porque les toca ir o por el mar hasta llegar a Buenaventura, o tomar una avioneta, que no es tan frecuente, y salir a Cali; y ahí empezar a movilizarse para Bogotá para el tratamiento de cáncer, y hay mucho cáncer en Colombia; en nuestras familias y en todos los ambientes. Ellos llegan a Bogotá, dejan al enfermo en el instituto y no saben dónde es. Ir a pagar, dónde; y no conocen Bogotá».
Escuchar al cardenal Rueda Aparicio es encontrar el rostro de la Iglesia evangelizando y aprendiendo de los pobres en los cinturones de miseria de la capital colombiana; trabajo en el que hacen falta manos que quieran sumarse para construir comunidad; también las manos de presbíteros secularizados que desean dejar el anonimato, unirse y colaborar en la evangelización, a partir de un discernimiento que realizan con su pastor.
De este modo, se va formalizando en Bogotá, como algo que surgió de casualidad, un deseo que formularon brevemente los obispos latinoamericanos en el número 200, del capítulo quinto del documento de Aparecida que reza: “Teniendo en cuenta el número de presbíteros que abandonaron el ministerio, cada Iglesia particular procure establecer con ellos relaciones de fraternidad y de mutua colaboración conforme a las normas prescritas por la Iglesia” (Celam 2007)[3].
Recomendación que amplió la Primera sesión del Sínodo de la sinodalidad al proponer la asignación selectiva de encargos pastorales: “Considérese, evaluando caso por caso y teniendo en cuenta los contextos, la oportunidad de incorporar a un servicio pastoral que dé valor a su formación y a su experiencia, a presbíteros que dejaron el ministerio” (Informe de síntesis del Sínodo 11, literal l).[4]
Tanto el Informe de síntesis del Sínodo, como el documento de Aparecida, amplían las enseñanzas magisteriales sobre el asunto en la línea de la encíclica Sacerdotalis Caelibatus de san Pablo VI del 24 de junio de 1967, que en el número 95 dice: “Estamos seguros, venerables hermanos, de que no dejaréis de tentar nada por cultivar asiduamente en vuestro clero, con vuestra doctrina y prudencia, con vuestro fervor pastoral, el ideal sagrado del celibato; y que no perderéis jamás de vista a los sacerdotes que han abandonado la casa de Dios, que es su verdadera casa, sea cual sea el éxito de su dolorosa aventura, porque ellos siguen siendo por siempre hijos vuestros”.[5]
En el último encuentro, realizado el 13 de abril 2024, el cardenal Rueda Aparicio, como fruto del discernimiento realizado por todo el grupo, invitó a los presbíteros retirados del ministerio y a sus esposas a colaborar en la Lectio divina en parroquias y a desarrollar el “ministerio de la escucha” en los diferentes ambientes de su vida familiar y social.
El encuentro que tuvo lugar en el Palacio arzobispal inició con la eucaristía. El evangelio de Juan 6, 16-21, que relata un episodio de Jesús con sus discípulos en el lago de Galilea, motivó valiosas reflexiones por parte de los participantes en la asamblea litúrgica haciendo eco de la Palabra.
Una vez terminada la eucaristía, el cardenal Rueda Aparicio invitó a todos a tomar un refrigerio y seguidamente, a una mesa redonda donde se dio la bienvenida a nuevos miembros del grupo y cada uno tuvo la oportunidad de poner en común sus vivencias y expectativas. De modo particular, llamó la atención la primera intervención por parte de David, joven universitario, hijo de Libardo Hoyos, presbítero retirado del ministerio y su esposa Solman Yamile Díaz. David expresó su deseo de recibir el sacramento de la confirmación luego de recorrer un camino personal de búsqueda de sentido, en el que descubrió, gracias a la lectura de textos de san Agustín, que la esencia de la fe cristiana es el amor. Esta intervención llevó al cardenal a proponer que en el siguiente encuentro se invite a los hijos e hijas de los sacerdotes con hogar.
Al finalizar las presentaciones de los participantes en la reunión, el cardenal Rueda Aparicio comentó que había llegado el momento de encomendar a los sacerdotes con hogar, junto con sus esposas y compañeras, el ministerio de la escucha y a colaborar en sus parroquias en la Lectio divina, metodología probada de estudio bíblico y de crecimiento en la fe.
Se pasó luego al comedor para compartir el almuerzo; allí, el cardenal entregó, a cada participante del encuentro, un folleto síntesis del sínodo; compendio elaborado por él, de la primera sesión del Sínodo de la sinodalidad. Luego, invitó a conocer los pasillos y oficinas del palacio arzobispal. La majestuosidad del lugar, adornado con pinturas religiosas de siglos pasados, contrasta con la sencillez del cardenal, que saluda a cada uno por su nombre y prefiere escuchar antes que hablar.
Llamó la atención en el recorrido por el palacio episcopal, la biblioteca; que según cuenta el cardenal ha sido el escenario de “diálogos improbables”, una metodología que utiliza para llegar a consensos desde posiciones contrarias. Comentó que en esa sala se han sentado, de modo informal, invitados por él, políticos y personajes del país, buscando el diálogo y la concertación.
Gabriel Malagón, presbítero con hogar, comenta a propósito de toda la experiencia vivida en los encuentros con otros sacerdotes casados y el arzobispo de Bogotá: “Yo no me retiré, yo dejé de ejercer el ministerio, porque la disciplina lo exige; me hice a un lado por amor a mi Iglesia y por respeto con quien sería mi esposa, quien socialmente no podría contraer matrimonio con alguien que ejerce un ministerio de célibes.
Nosotros, vale la pena aclarar, sabemos que el celibato es un don muy valioso, pero el matrimonio también lo es. Sabemos y experimentamos que el Sacramento del Orden bien podríamos ejercerlo nosotros porque lo hemos recibido; tenemos el carácter impreso y como sacerdotes casados vemos la posibilidad de ejercerlo o desempeñar otras funciones que por nuestra experiencia en el ejercicio de una profesión liberal podríamos poner al servicio de la Iglesia. En ningún momento desconocemos que tenemos el orden sacramental y que una Iglesia Misionera, como está promoviendo el papa Francisco, no puede desconocer la auténtica verdad de nuestro ser”.
Oscar Rico, sacerdote con hogar, que participa también en los encuentros con el cardenal reflexiona sobre el término jurídico de “sacerdotes secularizados”: “el término secularizados se mueve en un ambiente muy clericalista y por lo mismo, muy peyorativo. Si la iglesia latina da el paso a la admisión al ejercicio ministerial a varones casados, sencillamente está siendo coherente con la herencia de los tiempos apostólicos – La Tradición- dado que el celibato no es parte esencial de la naturaleza de la vocación ministerial; por eso como el mismo Vaticano Segundo lo enseña, matrimonio y sacerdocio no son incompatibles; porque si así fuera entonces nuestros hermanos de rito oriental en comunión con la sede pontificia estarían desobedeciendo el mandato de la Iglesia de Roma.
Al pedir a la sede vaticana que replantee el celibato obligatorio para sus sacerdotes no estamos sosteniendo que el celibato se acabe porque es un don de Dios como es don de Dios, la vocación matrimonial. Al igual que en las Iglesias católicas de rito oriental y en las ortodoxas, el ministerio sacerdotal puede ser ejercido tanto por ministros casados como por célibes”.
Hernán Duarte, sacerdote retirado del ministerio, comenta a propósito de los encuentros con el cardenal, que “este grupo pionero va abriendo camino, guiado por el Espíritu Santo y nuestro pastor hacia la renovación de nuestro ministerio presbiteral, como ayuda en este momento coyuntural del sínodo con una misión concreta”.
[1] Informe de síntesis del Sínodo 16, literal n.
[2] Informe de síntesis del Sínodo 16, literal p.
[3] https://aparecida.es.tl/Capitulo-5.htm
[4] https://www.synod.va/content/dam/synod/assembly/synthesis/spanish/2023.10.28-ESP-Synthesis-Report_IMP.pdf
[5] https://www.vatican.va/content/paul-vi/es/encyclicals/documents/hf_p-vi_enc_24061967_sacerdotalis.html
Dumar Espinosa
Publicado el 16 de abril de 2024 en Religión Digital:
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