En el año 2020, recién comenzado el confinamiento por la pandemia del Covid 19, tuve la oportunidad de leer el libro “Las edades de Gaia”, del científico inglés James Lovelock, publicado en 1979 con el título: “The Ages of Gaia”. Libro agradable de leer, además, de interesante porque el autor expone los últimos descubrimientos científicos -hasta esa época- en geología, química, biología evolutiva y climatología; y los articula con sus propias investigaciones (después de dejar de trabajar para la NASA y dedicarse él a sus particulares investigaciones financiadas con recursos propios y ayudas económicas de algunos amigos), en armonía con su tesis de la nueva visión de la tierra: Gaia.
Esta teoría de Gaia, la expuso Lovelock en el año 1972, explicando la idea de que el planeta tierra debía ser concebido como un organismo vivo, con capacidad de homeostasis. Esto generó revuelo en el mundo científico y sus colegas se le vinieron encima, al igual que, una prestigiosa revista científica, en 1981, después de haber desarrollado la idea y publicar su libro en 1979. Lo acusaron de tener una visión teleológica, mística y panteísta del planeta. Pero él estaba animado en sus investigaciones y motivado por el astrofísico inglés Sir Fred Hoyle, quien decía: “En el momento en que podamos escapar de la superficie de la tierra y ver todo el planeta desde fuera, cambiará nuestra concepción del mundo”.
Eso le pasó en el momento en que desde el espacio, tomó una fotografía a la tierra y quedó maravillado e impactado al contemplar el planeta flotando en aquellos colores celestes de variadas tonalidades. La idea de que la tierra es un organismo vivo, propuesta por Lovelock, no era nueva; ya el científico James Hutton, en 1785 había calificado la tierra de superorganismo e indicaba que debería ser estudiada por la fisiología; y en 1925 Alfred Lotka manifestó que la evolución de los organismos tenía que considerarse conjuntamente con la evolución del medio físico en el que vivían. En estas líneas, Lovelock profundiza en sus investigaciones y después otros científicos, llegando a un diagnóstico lamentable: “Gaia está enferma” y nosotros la enfermamos cada día más, con nuestras operaciones nefastas en contra de ella.
Ya desde aquel entonces, sostenía que “la salud de la tierra está fundamentalmente amenazada por los cambios a gran escala de los ecosistemas naturales” y abogaba por una atención al planeta en lugar de a nosotros mismos; por una profesión nueva: medicina planetaria. La teoría de Gaia desentona tanto con el amplio mundo humanista como con la ciencia establecida. Lo cierto es, que la vida no se puede explicar en términos científicos, pero sí se puede constatar que la tierra es un organismo vivo, que está muriendo. Lovelock, ya daba razón de la expansión del desierto del Sahara en los últimos 35 años en unos 65 millones de hectáreas. Ayer decían las entidades distritales que aquí en Bogotá, estamos siendo afectados por el polvo del desierto del Sahara. ¡Y el científico tenía razón!
P. Rodrígo Poveda – Gigo.
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