Choachí, 28 de noviembre de 2022
Queridos
PARIENTES Y AMIGOS
Enseñado por la Vida a mantener la mirada reposada en el presente, hoy recojo agradecido las huellas de lo vivido en estos últimos 30 años. Ustedes hacen parte de él, a veces cercanos, a veces silentes, a veces distantes, pero siempre están presentes. Al celebrar este tiempo de participación del Eterno Sacerdocio, conjugo con gratitud el verbo ‘re-cordar’: repasarlos por el corazón a ustedes, a lo vivido juntos y a lo que somos.
Así, me descubro como un nodo de historias, decisiones y relaciones: familia, amigos, compañeros de viaje y aquellos han partido pero que sabemos están aquí; unido también a las vivas manifestaciones de la creación, pero movido por el Viento Divino que no cesa de soplar. He aprendido a no calificar los sucesos de este devenir, porque lo percibo entrelazado con la Eternidad, y sé que todo sigue su debido curso, respetando aún nuestra libertad.
El presente me revela que las miradas cortas, los dogmatismos o los esquemas rígidos hacen dolorosa e infértil la existencia, y que por eso deben irse desvaneciendo para dar paso a la profunda, liberadora y bella dinámica de la Vida misma. De esta manera, poco a poco he ido aprendiendo a ser un hombre del Viento para conciliar los extremos que solemos ver en conflicto: aciertos y desaciertos, logros y fracasos, alegrías y penas, virtud y pecado, cielo y tierra, vida y muerte. Ha sido como un abismarme en el insondable misterio del Cristo que me abre cada día, paso a paso, las puertas a la experiencia plena de la Vida. Cada amanecer me revela el maravilloso misterio de la existencia iluminada cuando la mirada es transparente.
Celebrar es un arte impregnado de gratitud, coloreado de rostros y al ritmo de la Vida. Hoy estoy llamado a celebrar en el silencio, la soledad y la vitalidad de esta montaña -que me acoge desde hace varios años-, el que todos estamos unidos por el luminoso misterio del Amor. Sí. Celebro con ustedes, por la Palabra que se me susurra al oído interior, y en el altar de la Vida, como Iglesia, unido a mi obispo y a mis hermanos que ejercen el mismo sacerdocio para el bien de la humanidad.
Hay tanto aun por descubrir, que vale la pena seguir caminando siguiendo las huellas de los místicos, aquellos hombres y mujeres que se descubrieron viviendo, moviéndose y existiendo en Dios, para no morir jamás. Mantengámonos unidos en este Espíritu, que ora en y por nosotros, y reciban mi mejor abrazo desde el hondón del alma.
Víctor Ricardo Moreno Holguín, Pbro.
Gratitud, en los 30 años de participación en el Eterno Sacerdocio (1992 – 2022)
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