No me refiero al periódico que, a propósito, parece cada vez más revista de farándula, sino a cada instante que se nos presente en la vida y que con frecuencia podría escaparse de nuestras manos como si agua fuera. Borges le dedicó una poesía –Instantes– en la cual, en esencia, dice que si volviera a nacer quizás lo haría todo más fácil, liviano, alegre. Aprovecharía el tiempo, cada instante, para trabajarle a la felicidad, a lo que llena de sentido, a quitarle campo a todo lo que llena de miedo y paraliza. Se lamentaba Borges de que esta reflexión solo la hizo cuando ya se estaba muriendo. “Todo nos llega tarde …” decía otro poeta. Pero el tiempo, como quiera que se le defina, sigue siendo la herramienta con que contamos para construir nuestro proyecto de vida que, en general, tendrá el sabor y la luz que seamos capaces de darle nosotros mismos.
Creo que actualmente estamos gastando demasiado tiempo en discusiones absurdas, en polémicas asfixiantes, en unos modos de vida que a la larga no están haciendo cosa diferente a agotar la vida que, a todas estas, en todo caso es corta. Pareciera no haber demasiado tiempo para llenar la vida de buen espíritu ni para darle serenidad suficiente. A veces no queda ni siquiera un instante para uno mismo, que debería ser el primer atendido en la propia vida, para luego si ir en busca de los demás. En el fondo de nuestra cultura hay un grito ahogado que reclama tiempo para lo que nos gustaría ser y hacer y no solo para lo que nos toca ser y hacer. Debe ser por esa razón que, apenas nos queda un momento libre, tenemos una propensión cada vez más notoria a la locura y la actuación más allá de todo lo racional y sabio.
Los hombres y las mujeres que se han destacado y se destacan en la humanidad han tenido, entre otras características, la de saber aprovechar el tiempo al máximo y suelen morir, como otro autor lo afirmaba “de pie, como los árboles”. De ello dan testimonio sus legados que suelen ser inmensos y que mueven a otros a recogerlos en biografías de lectura obligatoria para quien quiera seguir sus pasos. Para vivir a fondo el tiempo, sus mil instantes y momentos, se requiere una gran claridad de propósito y vocación existenciales y una voluntad decidida y muy libre. De lo contrario, o no se aprovechará bien el tiempo, o se le fraccionará demasiado, haciéndole perder su potencial y quizás dejará de ser fuente de ilusión y se convertirá en carga insoportable, al no saber qué hacer con él.
Jesús habló varias veces de su “hora”. El momento que recogería todo lo hecho y enseñado por él mismo. Fue el momento de su pasión, muerte y resurrección. Toda su vida, todo el tiempo de su vida, la dedicó a que su hora fuera contundente y muy significativa. Y así fue. Quizás el tiempo que tenemos nos ha sido dado por Dios para que nuestra vida sea significativa más que para cualquier otra cosa. Que este nuevo año nos permita a todos ver con más claridad qué significa nuestra vida para nosotros mismos, para los demás y para Aquel que nos creó por puro amor. ¡Feliz año 2022!
Rafael De Brigard, Pbro.
El Nuevo Siglo 2022-01-02
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