Otro de los dichos de luz y amor de San Juan de la Cruz, reza:
“Traiga interior desasimiento a todas la cosas, y no ponga el gusto en alguna temporalidad, y recogerá su alma hacia los bienes que aún no conoce”
En este dicho se retrata la actitud del contemplativo, que busca el desasimiento de todo lo que es temporal, tiene implícito el poner el gusto en las cosas eternas. La oposición temporal – eterno, explica lo que se experimenta en la contemplación.
Parte del desasimiento espiritual es, no preocuparse ni del día de mañana, como dice Jesús en el Evangelio; es no aferrarse a nada, sino, confiarse en el devenir de la existencia, en la que el Padre Celestial siempre es providente.
El problema no está en los bienes temporales, pues, si todo procede del Buen Dios, son buenos, el problema es “el apego”, aunque sea a un solo bien, ya que es caduco y pasajero.
No pongamos apego a las cosas, no porque sean malas, sino porque son temporales; pongamos los ojos, la atención, la entrega del corazón, de todo nuestro ser, en las cosas eternas. Confiemos sólo en Dios, que es Inmutable y Eterno, pues sólo allí, el alma y los sentidos entran en silencio, en paz.
Finalmente, un dicho muy conocido de San Juan de la Cruz, reza:
“A la tarde te examinarán en el amor, aprende a amar como Dios quiere ser amado, y deja tu condición”.
En el tiempo real, la tarde puede ser cualquier momento, al final de la vida, pero también de cada día, de cada tarea, de cada acción. En el tiempo íntimo de la contemplación, es en cualquier momento de la sentada, es mucho más místico, nos asoma al tiempo íntimo, al tiempo del instante eterno de la contemplación, que nos transforma y diviniza, que diviniza al contemplativo.
Para San Juan de la Cruz, “hora” es la palabra que recoge, lo que capta en lo íntimo de su ser, su proceso espiritual, que se da en la práctica de la búsqueda interior, que será más fuerte según el deseo de eternidad del contemplativo; dependiendo desea búsqueda, será más largo o más breve.
Es hora de la sentada contemplativa, es hora del encuentro, abandonando lo temporal, lo efímero; es la tarde en que somos examinados en el amor.
Víctor Ricardo Moreno Holguín, Pbro.
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