El Evangelio es la promesa de un Tesoro, por tanto, no desprecia la riqueza; el Evangelio es la promesa de una vida plena, por eso, no desprecia una buena mesa; el Evangelio no niega a nadie la misericordia, por eso, no busca la condena. El Evangelio no es premio por el sufrimiento, eso no tendría nombre; el Evangelio no opone al pobre contra el rico, eso sería clasismo; el Evangelio es para la salvación de todos, de otro modo no sería Buena Nueva.
Sin embargo, quien tiene, pero ignora al pobre, convierte en injusta su riqueza; quien se sienta a la mesa sin mirar a quien no tiene pan, convierte en una piedra su alimento; quien se apropia de sus bienes olvidando que tan solo es administrador, ya vive en un infierno.
El Evangelio se fija en el pobre sin alabar su sufrimiento, por el contrario, lo denuncia inhumano; el Evangelio nos recuerda que el Reino es de los pobres, pero no nos dice que solo quiere pobres en la tierra; el Evangelio nos recuerda el abismo que crea la injusticia y de cómo el que es injusto se labra su condena.
Hay un puente que salva el abismo entre el pobre que está en el Reino y el rico que está entre las llamas: es la Buena Nueva que acabamos de escuchar y su libre decisión de ser justo con el pobre. Esa también es una experiencia espiritual.
SALMOS Espiritualidad Integral
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