Iniciamos un tiempo para el silencio contemplativo, -que no es cualquier silencio-, sino el silencio amoroso que se abisma el el abismo silente y amoroso de Dios. Para esto, la misma humildad del borrico nos ayuda a asumir el papel que nos corresponde: permitir que el Maestro sea quien resplandezca, mientras nosotros, humildes, con la cabeza gacha le damos a Él todo el protagonismo.
SALMOS Espiritualidad Integral
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