Cómo explicar éste Evangelio. La gente suele creer que no necesita salvación o no tiene muy claro de qué tiene que salvarse. O supedita la salvación al más allá. En fin, la salvación se plantea en el común de la gente de diferentes maneras y no se tiene un concepto consistente de lo que pudiera ella significar. Cuando a Jesús le preguntan, al respecto, él mismo evade la pregunta y se limita a decir que hay que esforzarse porque la puerta es estrecha.
La dificultad radica, en que la pregunta está mal planteada y por lo tanto la respuesta es imprecisa. Porque consideramos la salvación en el plano individual, acentuando e inflando nuestro ego, no sólo en este mundo sino también en una prolongación del más allá. Y la salvación supera todo individualismo, y la tendencia a inflar nuestro ego. La salvación es una descentralización del ego en esta vida.
La explicación de este Evangelio la entendí ayer cuando visité a mi hermana. Ella sin darse cuenta me dio una lección de vida, que explica muy bien lo que es la salvación en sí. Ella trabaja en el segundo piso de un edificio del centro de la Ciudad. Me contó que una muchacha de 22 años de edad trabajaba en el tercer piso del mismo edificio y que en estos días murió de un dolor de cabeza agudo. Dejó una niña de 2 años, cuyo único familiar es su abuelita. Mi hermana pensando en el futuro y bienestar de esa niña la pidió en adopción.
Esa actitud de mi hermana me conmocionó y me llenó de gozo espiritual. Allí empezó y terminó la explicación de este Evangelio. La salvación consiste en descubrir lo que realmente Soy y vivirlo en mi relación con las demás personas. Me salvo en la medida en que soy capaz de tener buenas relaciones, relaciones de calidad con los demás; la salvación no se trata de prácticas o creencias religiosas. La salvación se trata de humanidad manifestada con todos los hombres. Como hizo Aquel de quien se dice: “Que tanto amó a los hombres, que entregó a su Hijo, por la salvación del mundo”.
Atravesar la puerta estrecha significa que quien la atraviesa toma conciencia de lo poco que es. De que no se trata de salvar al “yo” sino de aniquilar a ese “yo”. Saber que somos “nadie”. Que cuando estemos en el ataúd no encontrarán nuestro ego inflado, ni a nuestro “yo”, por ninguna parte, porque de eso nada quedará. Porque la verdadera salvación se manifestará en tu plenitud humana determinada por lo que haces cada día por los demás.
Qué bonito aprender de las personas y más cuando son capaces de superar sus egos para hacer algo por los demás. ¡Eso es salvación! Pues al final no se verá otra cosa que lo que hay de Dios en mí. ¡Eso es lo que vemos siempre en el Hijo del Hombre!
P. Rodrigo Poveda – Gigo.
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