“¿Cuándo, si no ahora? ¿Quién, si no nosotros? ¿Cómo, si no juntos?” Martin Luther King (Citado en Juan Bulklrich, 2022, p. 10)
La pandemia ocasionada por el coronavirus, seguida de la recesión económica, la emergencia climática, el fenómeno de la emigración y la situación en Ucrania, entre otros, son circunstancias que han generado un impacto en lo social, ambiental y económico, pero también lo ha producido en el contexto de los derechos humanos donde se hace evidente una brecha que separa a unos de otros, lo cual nos obliga a que como sociedad se proteja a los más vulnerables, dado que las secuelas y afectaciones son las que más afectan a gran parte de la población y puede llevar a afirmar que se está viviendo una tragedia humana. Definitivamente, la muerte de muchos por falta de una buena atención sanitaria será una bofetada a todos aquellos que han privatizado y han permitido esta cadena desenfrenada de negligencia, la mala prestación de servicios en salud y el no estar a la vanguardia, ha de invitar a buscar criterios para balancear derechos que están en competencia.
La etapa por la cual estamos transitando presenta una división cada vez más pronunciada entre los seres humanos a causa de la desigualdad extrema, no tanto por el coronavirus sino por las secuelas y las brechas abismales que cada día nos separan más; problemáticas y temas de vital importancia se han omitido y casi que anulado, la seguridad, aumento de problemas intrafamiliares y enfermedades mentales son algunas de las tantas situaciones que conflictúan las relaciones humanas en nuestros días. Compartimos los mismos desafíos a escala global, crece de forma acelerada el fenómeno de trabajadores informales, el gasto social debe ser distribuido y correctamente invertido a fin de garantizar la igualdad y los derechos, quienes tienen ingresos bajos con respecto a la canasta familiar tienden a llevar la peor parte, una porción considerable de la población en este momento no encuentra empleo, algunos trabajan, pero sin acceso a seguridad social, lo cual permea los comportamientos y, entre otros asuntos, complejiza el progreso de las sociedades y genera tensiones de especial atención.
Han aflorado dinámicas de poder que, al ser cambiables, hacen que de un momento a otro todo sea posible. Lo que era seguro y estable puede ser transformado por una prueba de inseguridad, lo que parece novedoso y atractivo e influenciable para ciertos colectivos, genera que las estructuras tiemblen frente a lo inesperado, todo por cuanto genera un sistema que ya no es confiable, todo está bajo la mirada sospechosa, los tejidos comunitarios se encuentran fracturados y sin lugar a duda aleja de cualquier acción participativa ya sea por indiferencia, falsas expectativas, desencanto de resultados o escepticismo.
Frente al panorama descrito anteriormente, es necesario una resiliencia social y económica, que ha de reclamar a un pacto mundial para reconstruirnos, con un sistema más justo y limpio, con principios sólidos para guiar el camino por medio de un esfuerzo multilateral y de solidaridad mundial, una democracia firme en relación con la humanidad que ha de superar toda clase de concentración de riqueza en unos pocos; si el trigo y la cizaña crecen no podemos negar que esa cizaña está corriendo a pasos agigantados y que todo en la vida empieza con lo poco, lo más sencillo, sin descuidarlo. Lo múltiple empieza por dispersar la familia, amigos, descanso, deporte, lo social, de aquí la necesidad de buscar una integralidad para poder cuidar, conservar y equilibrar las tareas y compromisos de tal manera, que no absorban al ser humano. Aprender a encontrar lo suficiente de la felicidad, reconocer tus necesidades, permite llegar a la calidad de todo cuanto hagas, que la felicidad sea la mejor decisión que tomemos en nuestra vida.
El Evangelio nos presenta como es necesario, el descanso y es verdad necesitamos de alguna manera un alto en el camino que no necesariamente tiene que ser un momento de crisis como la pérdida del empleo, tocar fondo, enfermar, por el contrario, es la oportunidad de un retiro, una reflexión acompañada, un tomarse en serio la formación que la Iglesia Católica ofrece y reconocer que sigue siendo una de las instituciones de mayor credibilidad y confianza de las comunidades. La tarea es continuar siendo una Iglesia en “salida”, una Iglesia “misionera”, “con las puertas abiertas”.
P. Wilsson Ávila
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