Reconozcamos sinceramente, que, cuando el clero es convocado a sus retiros anuales, emergen preguntas como: ¿Qué novedad nos traerá el predicador? ¿Cuál será su aporte a nuestro camino espiritual? ¿El estilo del retiro, propiciará una experiencia de Dios?, etc. Guardando el temor de encontrarnos con un predicador aburrido, confuso, sin sustento espiritual, que termine dictándonos un curso de actualización teológica, presentándonos un rosario de sermones sobre lo que debemos hacer, o incluso, ofertándonos algo que no toque el alma sacerdotal. Sí, eso suele suceder; y luego se suele comentar con una frase seca: ¡Estuvo bueno el retiro! o ¡Lo mismo de siempre!…
Fuimos convocados todos a mitad de año: la pandemia nos quitó el retiro del año pasado; hubo cambio de arzobispo y aunque los encuentros generales del clero, y por Vicarías, mediando la virtualidad, ya se han dado, necesitábamos con urgencia, encuentros masivos y presenciales, -guardando los cuidados-, pero con la opción de la mirada directa y el abrazo fraterno. Pues bien, ése fue el primer acierto: el arzobispo le apostó a este encuentro desde hace un par de meses, aún sin saber cómo evolucionaría la pandemia. ¡Buena esa!
La distribución en dos casas exigió una logística que puso a sudar al arzobispo: debía correr de un lado para otro a presentar sus charlas, compartir la mesa, orar juntos y celebrar la Eucaristía con ambos grupos. Muy guapo el señor arzobispo, se le midió y no se le vio cansado, por el contrario, muchas veces parecía más sereno y entusiasmado que nosotros, que no tuvimos que hacer esas peripecias. Este es un obispo con fortaleza, resistencia y entrega; ya nos dimos cuenta.
Directo, insistente y abierto, así se presentó el Primado de Colombia. Vistiendo sotana negra y solideo; maleta en mano y biblia bajo el brazo ingresó cada día al auditorio, con paso firme, mirada directa y voz sólida, para dirijir las meditaciones con las que no solo instruía y orientaba, sino que perfilaba sus acentos, dejando claro qué quiere de su clero. ¿En qué consistió su novedad? El arzobispo abrió las puertas de su espiritualidad.
“Un retiro espiritual no necesita temáticas”, espetó con sinceridad; “para encontrarnos con el Señor solo necesitamos tener los momentos de oración”, concluyó. Tal vez por esto nos regaló un horario abierto, sin sobrecargas y muy a la responsabilidad de cada uno. Y es que por bueno que sea el predicador, y por tiempo que se dé para la oración, si el ejercitante no busca la experiencia orante, el retiro no pasará de ser una ‘pérdida de tiempo’.
Sin embargo, ofreció las meditaciones en torno a los ejes que iluminan nuestra identidad sacerdotal y el ejercicio del ministerio al que somos llamados: SANTIDAD – TRINIDAD / VIRTUDES TEOLOGALES – CONSEJOS EVANGÉLICOS / MISIONES – MISIÓN EVANGELIZADORA. Ciertamente un marco tan amplio como el horizonte de la salvación humana. “EN EL MUNDO SIN SER DEL MUNDO, Identidad y Misión sacerdotal”, fue el título que dio al retiro ¿Y qué dijo de nuevo?
Por un lado, si bien sus palabras estaban enmarcadas en la teología tradicional, buscó el lenguaje que le permitió hablarnos fraternalmente, paternalmente y ‘episcopalmente’. Sí. La verdad sea dicha, nos habló cercanos al oído, como un hermano que conoce los embates de la vivencia del ministerio, pero también impostó el tono paterno, para hacernos entender que es un padre, y que, aunque algunos de los presentes tenían más canas que él y más años en el ministerio presbiteral, es padre para todos. Además, supo resaltar la generosidad, la entrega y las capacidades que ha visto en muchos clérigos. ¡El hombre nos aprecia y respeta!
Pero también habló como ‘episcopo’ (el que cuida y vigila). Nos dijo cuantos pares son tres moscas, dónde salta la liebre y que a él no le meten los dedos a la boca (menos aún con tapabocas). Dejó claro que no es ingenuo, que conoce las virtudes y los vicios a los que están tentados los clérigos, las arenas movedizas en las que caemos cuando perdemos el sentido de nuestra vocación y la responsabilidad que cada uno tenemos ante los fieles, ante Dios y ante el obispo. Así que, ¡mucho cuidadito!
Si aceptamos que una de las definiciones de ‘espiritualidad’ es ‘el modo como vemos el mundo, la manera como estamos en él y la forma en que actuamos en él’, el señor arzobispo Luis José, nos ha dejado clara su espiritualidad. Ungida del toque ‘Francisco’, no solo por los textos extraídos de la variedad de documentos que el Papa nos ha dejado, sino porque la selección que hizo fue muy clara: ‘El que tenga oídos para oír, que oiga’. Si no nos ha quedado claro por qué puertas quiere meternos el arzobispo, pues retome los textos que se nos entregaron para leer y meditar, (incluyendo los textos bíblicos sobre los que nos pidió volver), y dese cuenta por donde nos lleva este pastor.
Pero eso no es todo: muy a las 5.15am estaba en la capilla orando, o antes de darnos las charlas, en las tardes y en las noches; el obispo ante el Santísimo, con seriedad, fidelidad y perseverancia. Nuestro arzobispo ora, es un hombre que medita y busca el silencio contemplativo. El recurso del ‘apalancamiento’ (unos orando mientras otros desarrollan otras actividades) habla de la mutua responsabilidad que tenemos de orar los unos por los otros: ¡muy valioso! Su piedad se proyecta respetuosamente a cada uno: memoriza nombres, retiene características y situaciones, sabe dar la palabra, escucha y sabe responder a las inquietudes.
¡Qué buena noticia! Sabemos que le podemos plantear nuestras inquietudes, manifestar las propuestas y preocupaciones; el arzobispo no se escurre ante asuntos que hay que afrontar, -y menos aún-, que no le tiemble el pulso cuando debe tomar decisiones. Si hay algo que no nos parece, seguro que el arzobispo lo escucha sin tanto protocolo. ¡Eso implica responsabilidad de nuestra parte! Bastará que lo rodeemos y sepamos interpretar sus deseos de renovación de esta Iglesia Bogotana, que a veces tiende a cargar estructuras añejas, enredarse en el conservadurismo y el control social del clero (¡líbranos, Señor!).
Finalmente ha sido agradable encontrarnos con un predicador-obispo, que tiene buen humor, que sabe llevar las cosas con serenidad y que cuenta con la alegría propia de quien vive su ministerio con trasparencia y gozo.
NB: La huella última de esta ‘presentación de su espiritualidad’ fue la ordenación del nuevo obispo auxiliar, Germán Medina, presidiendo la ordenación, tomando con mano firme el báculo y diciendo por dónde nos vamos para seguir al Señor.
¡GRACIAS, EXCELENCIA!
Víctor Ricardo Moreno Holguín, Pbro.
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