Hartos del manejo maniqueo que ha arrodillado a periodistas de las grandes cadenas informativas y de los usuarios de las redes sociales, es necesario que los pastores elevemos una voz profética: sobre la guerra en Ucrania nos están mintiendo, y pretenden engañarnos para que nos inclinemos por un bando, siguiendo el infame libreto de todas las guerras, y sin analizar el fenómeno global de lo que viene pasando en Europa y en el mundo desde hace años. Así también acontece en los conflictos intestinos de nuestra Nación colombiana.
Tal como sucedió hace unos días con el obispo de Quibdó, mons. Juan Carlos Barreto, quien, unido a las organizaciones civiles, denunció la delicada situación de la mayoría de los habitantes del Pacífico, pero que fue abiertamente contradicho por el ministro de Interior, Daniel Palacios, negando la verdad, desinformando a la Nación y utilizando su influencia en los medios de comunicación; al punto que un diálogo amplio y previsto para estos días debió suspenderse. Nadie puede dialogar con quienes descaradamente contradicen la verdad.
En esa situación estamos ahora también con la guerra en Ucrania por influencia de potencias que solo están pensando en sí mismas. Cuando el escenario se pone de este tono, no es exagerado decir que a ninguno le interesa Ucrania, sino que cada uno está buscando proteger sus propios intereses, tal como lo está la violencia en nuestro país.
Una nueva generación está conociendo lo que es una guerra en Europa.
Y las redes sociales se inundan de rusofobia, pensando que así van a aliviar el sufrimiento ucraniano, cuando solo están siguiéndole el juego a las potencias y a los señores de la guerra, que con multinacionales siguen armando y sosteniendo conflictos en diversas partes del mundo, -de lo cual pocos hablan-. Quienes debían informar objetivamente no lo hacen. Aquí en Colombia sucede lo mismo.
“El mundo debe detener a los señores de la guerra, porque pagan el precio siempre los últimos, los indefensos… me sale solo pedir con más fuerza la paz en este mundo sometido a los traficantes de armas que se benefician con la sangre de los hombres y las mujeres”, ha declarado en años anteriores el papa Francisco.
La OTAN, participó en la desintegración de Yugoslavia, corrió sus sistemas de defensa hacia Rusia, surte de armas a Ucrania e impone sanciones económicas ¿Qué papel están jugando?
¿Hay que orar por la paz y hacer mil gestiones para conseguir el cese del fuego? Claro que sí. Pero no seamos ingenuos, estamos ante el desarrollo de un negocio mundial de inmensas proporciones, que por lo pronto no se va a detener. Pues si los países que tanto están pidiendo el cese a la ocupación de Ucrania verdaderamente quisieran la paz, no estarían fabricando y exportando armas para alimentar el fuego. Armas que también llegan a nuestro país y que siguen cobrando miles de vidas. La guerra es un negocio mundial.
¿Y qué decir de las sanciones económicas? Hoy toda la economía global está interconectada, es interdependiente y transversal a todos los países y aspectos de la vida. Es ingenuo pensar que las sanciones económicas solo afectarán a un país… ¡todos lo vamos a pagar! ¿Adivinaremos de dónde sacarán las potencias económicas los recursos para reponerse de esta guerra? Obviamente de los países mal llamados tercermundistas, como Colombia. Así que preparémonos para el coletazo… De lo que poco se habla es del papel que jugará en este punto la economía de Oriente: anochecerá y veremos.
Los civiles, en su mayoría Católicos Griegos y Cristianos Ortodoxos, solo pueden acogerse a su fe. Los demás les mienten.
Ingenuos si caemos en la trampa simplista de inclinar la balanza por uno de los bandos, como si fuese una guerra infantil de buenos contra malos. Ya es sabido que este es el libreto típico de la guerra, abusando del anhelo de paz que hay en nuestros corazones. La verdad es que en estas guerras llevamos muchos años y son muchos los irresponsables.
“Hoy, tras el segundo fracaso de una guerra mundial, quizás se puede hablar de una tercera guerra combatida ‘por partes’, con crímenes, masacres, destrucciones”, ha asegurado el Papa en otras ocasiones. La única diferencia parece ser que esta vez llegó a puertas de los intereses de países europeos. Porque si hay que decir algo, mejor ni recordemos la disolución de la antigua Yugoslavia, en la que participó nefastamente la OTAN, y sobre la que se pronunció en su momento san Juan Pablo II. Entonces, la prensa tampoco cumplió bien su papel y todo se manejó según intereses de los señores de la guerra. Yugoslavia era un ejemplo de unidad multiétnica.
La acogida de ucranianos desplazados por la guerra llama la atención, pues sabemos que es la misma situación de miles de migrantes africanos y sirios, que huyen de la pobreza y la violencia, pero a quienes se les han cerrado las puertas, y mueren a orillas de las playas o son detenidos en campamentos. Entonces, ¿estamos asistiendo a una ‘caridad’ clasista, racista o xenófoba? La Iglesia siempre ha abierto las puertas de acogida a todos, pero la situación es tan difícil -controlada por los gobiernos-, que no se puede atender a todos.
Todo esto da vergüenza. ¿Haremos parte de este juego?
Sorprende ver tantos posts en las redes sociales con la bandera de Ucrania, palomitas de la paz y condenas focalizadas en personas y países; sin embargo, debemos concluir, que esto es el signo e intento de una clarísima manipulación de las mentes, los corazones y las fuerzas sociales, no en favor de la paz, -ojalá fuera-, sino al servicio de los intereses de los señores de la guerra.
Quienes hemos conocido el dolor de la violencia armada, hemos perdido seres queridos por parte de los grupos violentos o hemos sido amenazados por ellos, sabemos que esto, lejos de finalizar, más bien está apuntando a la búsqueda de reorganización de fuerzas, -que algunos llaman oscuras-, pero que están tan claras como la luz del día, que tienen nombres y que ya sabemos lo que buscan realmente.
El profeta que guardamos en el corazón de pastores, y de bautizados, no es ingenuo, no es ciego, no se parcializa según los intereses de los poderosos, sino que asume su misión de anunciar, denunciar y prevenir, para que la verdad brille con todo esplendor, tal como lo hacen nuestros prelados desde la Conferencia Episcopal, y a la que los grandes medios de comunicación difícilmente le hacen eco.
La Conferencia Episcopal, y entre ellos, Monseñor Juan Carlos Barreto, obispo de Quibdó, y mons Mario de Jesús Álvarez, obispo de Itsmina, valientes profetas en medio de la guerra en Colombia.
Víctor Ricardo Moreno Holguin, Pbro.
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