¿A qué nos referimos cuando hablamos de poblaciones vulnerables? ¿Realmente estamos frente a la experiencia de vida de seres humanos con posibilidades limitadas? ¿Se trata entonces de personas necesitadas de atención especial? O por el contrario… ¿Estamos situados frente a aquellos que día a día transforman su historia dándose al mundo desde sus limitaciones?
Comúnmente, dentro de los grupos vulnerables, se encuentran las personas mayores de 60 años, pero también aquellas diagnosticadas de hipertensión arterial, diabetes, enfermedades cardiovasculares, enfermedades pulmonares crónicas, cáncer, inmunodeficiencias y las mujeres embarazadas, por el principio de precaución. (Tizón, 2020, p. 6) pero ¿Qué ocurre cuando la realidad y el estilo de vida al que nos enfrenta la humanidad, sitúa a dichas personas frente al reto de reinventarse en el ejercicio de servir a otros?
En una época de abuelos que asumieron ser padres por segunda vez, ya sea porque terminaron criando los hijos de adolescentes inexpertos, de aquellos quienes desafortunadamente se encuentran recluidos en las cárceles, de los están estudiando o trabajando en el extranjero, de personas vulnerables por causa de las enfermedades, de los que fallecieron, de los que enfrentaron la realidad del divorcio o de quienes se vieron abocados a otras circunstancias, que conducen a asumir obligaciones que sin lugar a duda no les son propias, asumir la paternidad es un reto; pero también, dicha realidad de convierte en un acto de valentía y de amor. Aquellos abuelos, terminan por asumir responsabilidades, particularmente porque aquellas criaturas inocentes no tienen la culpa de las circunstancias y lo asumen también, con la esperanza de darles un mejor futuro y de no abandonarlos. Es así, como lo que debería ser la etapa de descanso y tranquilidad se convierte en la carrera de un mundo activo debido a las energías de los niños y jóvenes, pero, sobre todo, se transforma en un día a día lleno de preocupaciones que les obliga a poner la mirada en los intereses de las nuevas generaciones, de una sociedad que avanza a pasos agigantados y que no da tregua.
La población adulta mayor, que en su momento fue apartada de su misión de volver a hacerse en el ejercicio de ser padres con los retos que la humanidad impone, al ser la población más vulnerable al contagio del coronavirus, por lo cual fueron desplazados y se hicieron a un lado, ha servido para que los hijos se den cuenta del favor tan grande que les estaban haciendo, porque pareciera que siempre están en deuda; pero también descubrieron en medio de esta pandemia, que ellos ya cumplieron con su tarea, que así como en un tiempo fueron ellos quienes asumieron el reto de hacerse cargo de actividades que no les son propias, ha llegado la hora de hacerse a un lado y tener una vejez tranquila, recibiendo la visita de los nietos, la gratitud de los hijos, los detalles de la familia y un mínimo de aquella atención que ellos dieron durante años, pues sin duda, en algún momento, pueden llegar a ser los grandes rebeldes de la época.
En atención a ello y siendo conscientes de la importancia de la experiencia y de reconocer el valor de la vida, Las nuevas generaciones han de conocer el reto de la crianza y más aún cuando se hace latente más que nunca, el temor a traer hijos al mundo, o incluso, cuando se contempla la radicalidad de no querer tener hijos, bajo la premisa del no hay cama para tanta gente, el discurso de la sobrepoblación, el indicio de que la naturaleza no alcanza.
El facilismo que amenaza la sociedad nos enfrenta a la realidad de reafirmar una idea no cierta en torno a la responsabilidad de los hijos, mejor no traerlos al mundo, quizás todo es más fácil al no tener hijos, resulta mejor una mascota, ¿Qué tal un perro o un gato? Tal vez los roles se han transformado y quizás los efectos más complejos que han podido surgir fruto de la pandemia, han sido en torno a la crianza de los más pequeños… Tal vez los padres podrán aconsejar a una joven o a un adolescente, ¡Ni pienses en traer hijos al mundo! Pero en todo esto, ¿Dónde está la pasión por la vida? ¿A dónde fue el disfrute de los momentos en familia? ¿Dónde está el reconocimiento por el rol que desempeña cada ser humano al interior del hogar? Por esto y mucho más, gracias queridos abuelos padres.
P. Wilsson Ávila
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