“Pero nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde esperamos como Salvador al Señor Jesucristo” (Filipenses 3,20)
La globalización y su impacto en el sector económico, político, religioso, entre otros, evidencia de manera sustancial lo interconectado que está el mundo, lo cual genera una gran expectativa frente a la posibilidad de acceso a la información, formación académica y crecimiento personal y colectivo. Sin embargo, hay amenazas tecnológicas de internet en razón al peligro y riesgo que se puede correr en el manejo de la información personal, ya que, sin darnos cuenta, estamos permitiendo el que puedan seguir todo movimiento que se haga a través de la navegación y es evidente que no se sabe quién supervisa y controla el manejo de la privacidad, ¿Dónde queda la privacidad?, es urgente evitar que se vulnere información que afecte la intimidad de las personas.
Las nuevas tecnologías inciden en las conductas de la humanidad, los datos que se relacionan, hablan acerca del comportamiento y los intereses de los ciudadanos, es decir, fácilmente a través de los rastreos a los que muchos tienen acceso, se escanea a cualquier persona que se requiera, pues resulta fácil seguir el comportamiento digital de los seres humanos; se recibe información, pero también se brindan datos acerca de los gustos, intereses, inclinaciones, óseo, deporte y política, además, los famosos cookies son un pacto que se hace de información de fácil aceptación. En prospectiva, con el “data mining” se permite ver hacia el futuro por medio de las conductas que se evalúan en el presente, pero que desafortunadamente es aprovechado netamente en lo comercial y el entretenimiento, pero, se está perdiendo una gran oportunidad para acceder y contrarrestar cualquier amenaza hacia la humanidad y sobre todo prevenir que situaciones como las ocasionadas por el virus del COVID 19 vuelvan a tomar las instituciones sin la debida preparación.
La falta de formación y seriedad de las empresas que venden y comercializan datos con fines comerciales o políticos, no por darnos de importantes y evitando cualquier delirio de persecución, pero sí con la preocupación sobre las implicaciones del rastreo de identidad y la pretensiones en torno hacia donde se procura que pensemos y nos encaminemos las personas, prácticamente nos conducen a pensar y querer algunas cosas que en el presente no son necesarias o prioritarias, pero que de tanto bombardeo informativo o promocional pueden llegar a establecerse como interesantes o llamativas, lo que puede traducirse en convertirnos en “consumistas de lo que otros quieren”.
El riesgo de la desinformación, videoclips que son editados por partes donde se omiten partes de entrevistas, ataques constantes entre personalidades que en cualquier momento pueden llegar a ser objeto de ataques familiares para poner en público una separación, una enfermedad o un cambio en las dinámicas sociales, cuando se describe constantemente los estados ya sea si se está aburrido, en soledad y hacer de ello un simple ridículo sin profundidad, ahogarnos todos en un instante de placer que finalmente traerá grandes consecuencias, puede ser un monstruo para la humanidad el día que se despierte de esta realidad.
Sin embargo, considerando las bondades de la tecnología y el auge de la misma día a día ¿Cómo puede hacerse un buen uso de esta importante herramienta? ¿De qué manera lograr una sana interacción con otros considerando la vulnerabilidad y el estado de desnudes en el que nos encontramos frente a las plataformas que continuamente alimentamos y estamos empoderando? Las puertas que se abren en el mundo digital son impensables y los riesgos que se corren son incontrolables, somos objeto de un dato y también una estadística en la que fácilmente somos contados sin que se nos consulte o sin que sea necesario diligenciar encuestas, este es el paso de ciudadano del cielo a ciudadano digital, pues es difícil mirar al cielo y amar al prójimo; lo que es anhelo de eternidad y santidad queda opacado, situación en la que no importa la intimidad de lo sagrado y donde los límites pueden llegar a ser siempre vulnerados.
Sorprende ver como algunos todavía se rehúsan a los teléfonos inteligentes – smartphone y que en su lucha por la negación a la modernización propendan a una no esclavización de esta, situación que es cada vez más loable porque nos damos cuenta de la adicción creada paso a paso, en la que es más fácil entristecerse por la falta de internet que por no confesarse, o preocuparse por no tener el ultimo celular, antes que ir a misa. Sin lugar a duda crearemos nuestro propio avatar y tan conectados como podemos llegar a estar, en determinado momento seguiremos unidos con quienes se encuentran a la distancia y lejos de aquellos a quienes tenemos cerca. De nosotros depende si queremos estar al servicio de la tecnología o que la tecnología esté a nuestro servicio.
Wilsson Ávila, Pbro.
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