Ya desde la primera década del siglo pasado se anotaba con cierto pesar la situación precaria de la economía nacional. Muchos bachilleres, doctores, poetas, literatos, políticos, gramáticos y teólogos y poca agricultura y vías de comunicación y transporte. Se creía en esa época como ahora, que la educación, las escuelas y universidades eran la base del progreso y desarrollo social. Lejos de la realidad, lo que se evidenciaba era, una excesiva sobre oferta laboral que, instigaba a una lucha por los empleos públicos, por vivir del Estado, por asegurarse un determinado puesto en alguna entidad pública o por ocupar cargos de elección popular a nivel regional o nacional.
Sí, Colombia en la mayor parte del siglo XX, se aisló del resto del mundo a causa de un ensoñamiento metafísico que se desbordó en el auge de ideas provenientes de la Revolución Francesa y del Romanticismo Español, obsoletas para un mundo Moderno, que se había abierto paso al Desarrollo Económico y Social. Mientras el mundo consolidaba cada vez más sus desarrollos industriales, comerciales y tecnológicos, Colombia dormía en el mundo de las ideas, de las abstracciones, de la “verborrea” y el País cada día se empobrecía más.
Nos olvidamos de la cotidianidad, no asumimos el “hacer” de la realidad. Nos quedamos sin máquinas, sin industrias, sin tecnologías, sin campo y sin carreteras, como se vio recientemente a lo largo y ancho del territorio nacional. Desde siempre, no se ha tenido políticas eficaces de Reforma Agraria y de incentivos para los campesinos. Somos una nación sin propósito colectivo. No sabemos hacia dónde vamos. La incertidumbre es la madre del pesimismo. Los políticos, no disimulan sus ambiciones mezquinas en los gobiernos venideros y hacen cuanta triquiñuela puedan para confundir, engañar y dividir a las gentes con la falacia de la palabra.
¿Qué hacer? ¿Tenemos alguna salida? En el siglo pasado ya se decía que Colombia no sentía la necesidad de leer y por eso eran inútiles las escuelas. Hoy gran número de niños y de jóvenes no quieren estudiar y no quieren volver a las instituciones académicas. Hay una desidia por lo institucional, poco espíritu de lectura, e indiferencia y apasionamiento por la vida, por la construcción de un proyecto personal, profesional y social.
Se exige la necesidad de volver la mirada al campo, a la sectorización de los cultivos, a la seguridad alimentaria, al cubrimiento de las necesidades básicas del individuo, a la búsqueda de una mejor calidad de vida. Hay que encontrar los mecanismos útiles para “hacer” la vida, día a día. El problema radica en necesidades insatisfechas, en pobreza, hambre, desnutrición, inseguridad y falta de empleos y oportunidades de desarrollo y crecimiento social, para muchos.
Rodrigo Poveda Gutiérrez, Pbro.- Gigo.
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