Un nuevo tiempo se nos ha concedido, un nuevo año del Señor.
Por este motivo, meditaremos durante esta semana, sobre el tiempo. El tiempo que permite el conocimiento de lo eterno en la práctica contemplativa. Entre los dicho de luz y amor de San Juan de la Cruz, encontramos referencias a la transitoriedad o paso del tiempo. Dice en uno:
“Pues, en la hora de la cuenta, te ha de pesar no haber empleado este tiempo en servicio de Dios. ¿Por qué no lo organizas y empleas ahora, como quisieras haberlo hecho en el momento de morir?”
En este dicho, San Juan de la Cruz medita sobre la brevedad de la existencia, y la venida del juicio final del creyente; medita en el tiempo real de vida que le queda, como lapso entre dos momentos: el ahora del presente y el futuro destino último, la hora de la cuenta, cuando estés muriendo.
Él llamó “hora” a este momento al final de la existencia, no son minutos ni segundos, sino, cualquier hora o lapso de tiempo, cuando se da el tránsito de un estado de vida a otro, al que llama en otro de sus escritos “día de su cuenta”.
En otro dicho, San Juan de la Cruz reza:
“Más se granjea en los bienes de Dios en una hora, que en nuestros bienes toda la vida”
El sentido es: ‘más se obtiene en una hora de bienes divinos, que de toda una existencia humana’. Pero ésta hora no es un tiempo cronométrico, es un lapso de tiempo, corto, razonable, para dedicarse a las cosas de Dios.
San Juan de la Cruz, también muestra el sentido de lo atemporal, pues percibe lo que pasa en el alma. Allí, los procesos de transformación, no siguen la cronología del envejecimiento humano, sino la madurez que propicia los momentos de Gracia, que se percibe en el tiempo íntimo del encuentro contemplativo. Allí, una hora puede ser un momento o un instante de Gracia que se da durante la contemplación, y esto produce mayor transformación que todo el esfuerzo natural y humano.
Ahora es tiempo de la sentada contemplativa, es el abandono de las ideas sobre nosotros mismos, de los supuestos méritos de nuestras labores y de todos nuestros planes, y permitirá que la Gracia obre de un modo que nuestra mente no comprende.
Víctor Ricardo Moreno Holguín, Pbro.
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