La compasión, como el amor, no es un sentimiento; la compasión, como el amor, es un movimiento del alma, activado por el Espíritu. Pero la compasión es la punta de lanza del amor. Movido por la compasión, el samaritano de la parábola se acercó al herido del camino. La compasión es puente entre mi alma el sufrimiento del prójimo.
Sin embargo, usted no puede hacer nada por despertar y acrecentar la compasión en su interior. Cuando el Maestro sentencia “sean compasivos”, seguro, no esta haciendo una exigencia moral, está invitando a una identidad, identidad con el ‘Yo soy’ de Dios; un Dios que dice “Yo soy compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en clemencia”.
La compasión es identidad con la divinidad. ¿y cómo puedo yo hacer algo al respecto? Abandonando mis propios intereses, que muchas veces camuflados de falsa compasión. Si un ser querido está enfermo, muchas veces deseo su bienestar solo por lo grato de su presencia para mí. Pero esa misma falsa compasión no sucede para con un extraño. Entonces, no hay compasión.
Volvamos al vacío interior que esta cuaresma nos invita a redescubrir. Es un vacío de preocupación por nosotros mismos; es un vacío de humanidad egoísta; es entonces una plenitud de Dios en mí. La compasión es en mí como la identidad de hijo de Dios, esa identidad de mi humanidad cuando vivo mi apertura del alma como una experiencia espiritual.
SALMOS Espiritualidad Integral
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