Estimado Papa Francisco: Paz y Bien.
Una vez más atrevo a dirigirme a ti, y perdona que te tutee, pero ya tengo una edad que me permite hacerlo, y además me parece más fraterno, sin que ello implique ninguna falta de respeto a lo que tu representas para todos nosotros.
En estos días, en mi Diócesis (Valencia), han sido ordenados diáconos un grupo de personas, la mayoría de ellas casadas. La ordenación de diáconos de hombres casados me parece un paso adelante serio y responsable con la situación de muchas Iglesias locales, a las que tendrán que servir a falta de sacerdotes.
Dándole vueltas este dato me he acordado que todavía está pendiente el tema de las “diaconisas”. Es cierto que la Comisión nombrada al respecto no llegó a conclusiones definitivas, y que tendrían que seguir profundizando. Sin embargo, me parece que la sola mirada al pasado, a la Tradición, no es la única, ni debería ser la decisiva. También están los signos de los tiempos, y la interpretación que de los mismos hace el Magisterio. Si miramos esta segunda parte, probablemente, por muchas razones de tipo sociológico, antropológico, eclesial y ecuménico, la ordenación de Diaconisas no debería tardar. Evidentemente, este paso sería un salto cualitativo muy importante para la Iglesia Universal y las Iglesias locales.
También es preocupante que no lleves hasta el final, uno de los gestos que realizaste en el año de la misericordia: visitar a las familias de algunos sacerdotes que habían pedido la dispensa para casarse. Me consta que conocías muy bien a alguno de ellos. Me pareció un gesto estupendo, pero incompleto. Muchos sacerdotes casados, que se han mantenido fieles y proactivos a la Iglesia, dentro de las limitaciones que en su día les impuso Roma, desearían recuperar su ministerio plenamente. Dado que esto es, hoy por hoy muy complicado, sería una buena noticia, que pudieran ejercer el diaconado. Para muchos de ellos, sin ánimo laboral u económico, se convertiría en un gesto realmente decisivo agradecido para recuperar su vocación de servicio a la Iglesia. Esto, si hubiera voluntad política no sería tan complicado, caso por caso, y previa petición y estudio por parte de las Diócesis, se podría dar este paso. Por supuesto significaría un enriquecimiento notable para la Iglesia y una ayuda para muchos párrocos. Y esa posible marginación, en la que se han podido sentir muchos de ellos se diluiría, y se sentirían profundamente reconciliados en el seno de la Iglesia.
Estimado Papa Francisco, no estamos tocando “dogmas de fe”, ni tradiciones sagradas. Nos movemos en el área de las leyes eclesiásticas. ¿A qué tiene miedo para tomar estas decisiones? ¿Teme que la historia le juzgue, en estos casos, como temerario? Tus enemigos andan al acecho, pero el miedo no es buen consejero para la libertad. Acuérdate de Juan XXIII, tan alabado y vituperado. Puso en marcha un Concilio en un momento muy complicado. Sin duda estás haciendo, Papa Francisco, cosas maravillosas y valientes, pero tienes que rematar algunas faenas para redondear tus iniciativas.
Evidentemente, estos gestos conllevan un coste, pero también un beneficio. La imagen de una Iglesia que se empieza a reconciliarse más seriamente con la mujer y con hermanos dispuestos a colaborar no debemos descuidarla, en las circunstancias actuales.
Un abrazo fraterno, con el deseo de que en Adviento renovemos nuestra esperanza en el Señor de la Historia.
RELIGIÓN DIGITAL – 2021-11-25
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