Este 26 de agosto, se cumplen 14 años de la partida de Raimon Panikkar. Con la conferencia “Cosmoteandrismo Multirracial”de Aizaiah Yong, ganador del Premio Raimon Panikkar 2022 en habla inglesa, el 23 de agosto, en la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, se dio inicio a la Semana Panikkariana 2024. El fin de semana, 24 y 25, a las afueras de la ciudad, en el municipio de Choachí, se realizó el retiro espiritual “Aproximación a la Espiritualidad Panikkariana y el Silencio”, con Intervenciones del mismo Aizaiah Yong, sobre “Invitación a la Mística y a la Sabiduría”, la meditación “La Espiritualidad que Panikkar ve necesaria para este siglo”, de Nemo Castelli, S.J., doctorando en Teología con una tesis sobre Raimon Panikkar en Irlanda.
La orientación sobre “Cómo adentrarse en el Silencio, según Panikkar” y demás prácticas, como las sentadas a modo de Zazen, la práctica de la Oración Centrante y ejercicios de Qi Gong, en medio del rico entorno natural de la sede rural de VIVARIUM Panikkar Colombia, estuvieron a cargo de .S.A.L.M.O.S. Espiritualidad Integral. Para este lunes la lectio inauguralis en la misma Facultad de Teología, sobre “El papel de la Teología en la construcción de una paz justa”, a cargo del Doctor en Teología, Edgar López, con una intervención sobre la Semana Panikkariana 2024, del profesor José Luis Mesa, Doctor en Teología.
La exposición central de la Semana estará a cargo del mismo José Luis Meza, con motivo de los 15 años de su tesis “La Antropología de Raimon Panikkar”, el martes 27 en la sede javeriana. El miércoles 28, dos eventos virtuales simultáneos: La letio inauguralis en la Universidad Santo Tomás “¿Es la Noción de Derechos Humanos un concepto occidental?” a cargo de la experta en temas panikkarianos, la doctora María del Carmen Cortizo, de Brasil, y la intervención en un evento interreligioso sobre la COP 16, sobre la “Biodiversidad y la Espiritualidad”, a cargo de quien escribe este artículo. Aún queda otra intervención virtual sobre “El arquetipo del Monje según Panikkar”, “La geometría Sagrada”, en la Universidad de Los Andes y la subida al cerro de Monserrate, acompañada de meditaciones de Panikkar sobre “La peregrinación al Kailasa y al Centro de sí”.
Como un regalo especial de Milena Carrara, heredera de la publicación de la Obras Completas de Raimon Panikkar, les ofrecemos este texto completo del místico IndoCatalán: “El hombre no es ni tierra ni cielo”.
Esta es toda la programación de la Semana Panikkariana 2024
Vinculo al formulario de inscripción a los eventos de la Semana Panikkariana 2024
https://forms.gle/NfHu8xMHX1uPqGP4A
Vínculo al formulario de inscripción al retiro del 24 al 25 de agosto en .S.A.L.M.O.S. :
https://forms.gle/3j6hF7wyPD9faPyv9
Vínculo al formulario de inscripción para la actividad de subir a Monserrate: https://forms.gle/coRLiypLYjqKL9w59
Mayores informes: vivariumpanikkar@salmos.co
El hombre no es ni tierra ni cielo*
Raimon Panikkar
I
a) El hombre no es, como quisiera la moda actual de la evolución, un mero producto de la tierra, una simple evolución de la materia.
b) El hombre no es, menos aún, solo un producto del cielo, una simple emanación de Dios, como quisieran muchas tradiciones panteístas de la antigüedad y de nuestros días.
c) El hombre no es tampoco una síntesis entre el cielo y la tierra, entre el cuerpo terrestre y el alma espiritual, como quisieran algunos sistemas dualistas desde la antigüedad hasta nuestros días; entre los cuales el compromiso cartesiano que predomina entre tantos así llamados, creyentes del mundo moderno occidentalizado que se consuelan, por así decir, pensando en poder servir a dos señores: la ciencia y la religión – traicionando de esta manera la naturaleza profunda de ambas.
Resumiendo: el hombre no es un animal evolucionado, un árbol de esta tierra, ni es un ser celestial, un inmigrante del cielo, caído en el tiempo y en el espacio y deseoso de huir hacia otra orilla, que para consolarse llama divina o nirvana.
En otras palabras, el hombre no es un ser intermedio que vive en la angustia aquí “abajo” en un lugar que no es su “patria” y vive desplazado de allá “arriba” ya que tiene un cuerpo que ama, pero que le pesa, un cuerpo que debería abandonar para ir al cielo. El hombre no es ni un animal ni un ángel; el hombre es hombre y para serlo no debe imitar ni al uno ni al otro.
II
El hombre es un ser cosmoteándrico, como han intuido las antropologías tripartitas cuando, con otras palabras, hablan del hombre formado de cuerpo, alma y espíritu. Esto hace del hombre no un ser intermedio que no es ni divino ni humano, sino un mediador que es tanto celeste como terrestre, el sacerdote, o sea, el mediador entre cielo y tierra como lo han descubierto las religiones babilónica, china, cristiana y tantas otras.
La intuición griega del hombre como microkosmos, vedica como el purua primordial, hebrea como ada u hombre completo, buddhista como buddhakaya o cuerpo del Buddha, cristiana como Cristo o cuerpo místico, y así sucesivamente, son equivalentes “homeomórficos”, fundamento de la dignidad humana. El hombre es kosmos material, psykê intelectual y pneûma divino, que viene condensado en la palabra “cosmoteándrica”.
Esta conexión no es extrínseca, es constitutiva, esto es, trinitaria o adual (advaita) y forma la persona humana, la cual, cuando se realiza, logra convertir las tensiones centrífugas en polaridad centrípeta, – cuyo centro es precisamente el misterio cosmoteándrico de toda la realidad.
III
Nuestro vínculo con la tierra es constitutivo, y no solo espiritual, sino también material.
Va inmediatamente añadido, tanto que, para el hombre, mediador y sacerdote del cosmos, no existe vínculo profundo y natural con la tierra sin el vínculo con el cielo, – de otra manera el vínculo se desvanecería. El hombre es esto del cual tanto hablan la psicología profunda, la alquimia y la teología.
- Comenzaré citando, como ejemplo, dos tesis de la sabiduría védica, también se habrían podido referir textos de muchas otras tradiciones antiguas y modernas, que explican la misma visión de la realidad en la cual el hombre constituye la dimensión central, el mediador:
“Verdad, Orden cósmico, Sacralidad, Ardor, Palabra
y sagrado Ritual sostienen la tierra;
que ella, la soberana Señora de aquello que ha sido
y de aquello que será, preparar para nosotros un amplio espacio”.
(AV XII,1)
“La tierra es madre; yo soy un hijo de la tierra”,
dice la misma Atharva-veda un poco más adelante (12). Este texto, Shloka, describiendo los seis pilares de la tierra, no ofrecen una visión idílica, pero implica toda la cooperación del hombre con su liturgia cósmica. Esta Soberana tiene necesidad de realidad, armonía, consagración, ascetismo, brahman y sacrificio (otras posibles traducciones de las seis columnas) para poderse conceder “su bendición junto a su leche”, como dice el mismo himno (59). Una de las funciones del hombre es aquella de mantener vital este cordón umbilical, este es “nuestro vínculo con la tierra” – ¡de nuevo, la función sacerdotal!
El segundo texto es de la Bushadara… yaka-upanisad:
“Aquel que, residiendo en la tierra,
es diferente de la tierra,
que la tierra no conoce y
que actúa sobre la tierra desde adentro,
este es tu atman,
la gente interior, el inmortal”
(VU III, 7,3)
También aquí nuestro vínculo con la tierra es visto como intrínseco y no separable de nuestro vínculo con el cielo.
2. Después de la primera revolución de la ciencia moderna de los siglos pasados, y sobre todo después de aquella industrial más reciente, el hombre ha perdido el respeto por la tierra, no la ha considerado más un ser viviente y se ha arrogado el derecho, incluso el deber, de someterla y de explotarla en su beneficio como absoluto patrón del universo. El proceso ha sido estudiado y descrito en detalles; la inercia del hombre histórico, sin embargo, hace que, a pesar de las convicciones teóricas opuestas, andamos en una dirección equivocada a lo largo de un camino errado; en la práctica nuestra civilización no ha cambiado de dirección.
Solo cuando nos encontremos de frente a la rección de la naturaleza material nos daremos cuenta de que, después de que Iluminismo hubo sustituido a Dios como último punto de referencia, perdió uno de los atributos de la divinidad: la inmensidad. La naturaleza no es infinita como Dios y no puede acoger en su seno indefinidamente nuestros desperdicios ni proporcionarnos para siempre la materia que pensamos necesarias para nuestras necesidades. En su momento Gandhi, jugando con las palabras, nos había dicho que la tierra nos proporciona todo lo suficiente para nuestra need (necesidad) pero no para nuestra greed (codicia).
Así ha nacido la ecología, la ciencia que nos hace conscientes de los límites de la naturaleza. La ecología nos hace responsables y nos habla del desarrollo sostenible, nos habla de usar los guantes y de sonreír para aparecer más gentiles con la “madre tierra”. Esta ciencia joven, todavía, no ha superado el síndrome que aflige la juventud moderna, que se debate entre rebelión y dependencia de sus padres, y con estas promesas, no hace otra cosa que prolongar la agonía del planeta, que podrá al máximo sobrevivir un poco más de tiempo. Se habla todavía de recursos, de aumento de la energía y de reciclaje, olvidando incluso el segundo principio de la termodinámica.
No pudiendo profundizar el asunto, me pongo a ironizar sobre los ecologistas, aunque sea que gracias a ellos podamos continuar respirando y que están cambiando para mejor la mentalidad de la gente. Podemos, sin embargo, constatar que sin una base antropológica, filosófica, y también teológica, cualquier reforma humana no tiene raíces y por tanto no penetra en la naturaleza humana y se apoya solo sobre las leyes o sobre la policía, esto es, sobre el miedo.
Dentro de poco, si la cosmología que subyace a la ecología no es cambiada, nuestro vínculo con la tierra resultará extrínseco y artificial, tanto que continuaremos a tratarla como un cuerpo muerto, aunque nos propongamos a llamarla Gaia.
2. Para simbolizar este cambio, esta conversión, metanoia, de una civilización de la guerra en una civilización de la paz, – en este caso entre los hombres, pero contra la tierra- me permito introducir un nombre que, si bien no es original, viene aquí usado en este sentido nuevo: ecosofía, “la sabiduría de la tierra”.
No se trata, entiéndase bien, de un genitivo objetivo, es decir, de nuestra sabiduría racional y humana respecto al objeto tierra, – que si primero explotamos, ahora utilizamos y amamos; no hablo de un ecología más sofisticada o más científica, sino que adopto el término en el sentido de genitivo subjetivo: me refiero, esto es, a la sabiduría de la misma tierra, de la cual el hombre hace parte, y aunque si no es exclusivamente terreno, se hace su intérprete.
Por esto es necesario sanar el divorcio, introducido por la modernidad, entre epistemología y ontología, como si cada conocimiento oscilase entre un sujeto, cada vez más individual, y un objeto, cada vez más verificable (o falsificable). Se necesita también reparar la dicotomía dominante en Occidente entre espíritu y materia, tratadas como si fuesen dos sustancias separables (res cogitans, rex estensa). Se necesita finalmente sobrepasar el dualismo entre lo divino y lo humano sin caer en el monismo, ya sea materialista, ya sea panteísta. Nos habremos así concentrado en el Advaita o a-dualidad como visión de lo real, y no es el caso de profundizar el tema en este lugar.
Sería, tal vez oportuno, en cambio, insertar el discurso fundamental sobre la interculturalidad donde, también las culturas dejan de ser objetos de estudio, reducidas más o menos a elementos folclóricos. Solo una actitud intercultural nos puede salvar del callejón sin salida de la cultura dominante.
La revelación ecosófica, osaría decir, nos revela que solos no lo lograremos; que tenemos necesidad lo unos de los otros, que el mono culturalismo, esencia del pensamiento único de la mentalidad colonialista, va superado no solo con el respeto cultural, sino también con la mutua fecundación entre las culturas. Entonces, paradójicamente descubrimos que nuestro vínculo con la tierra, siendo constitutivo del hombre (nuestro destino está conectado con el de la tierra) es también un vínculo entre los hombres y las culturas. Al mismo tiempo nosotros estamos conectados también con el cielo, símbolo del infinito y de la libertad, (el hombre es superior al destino). Si la revelación ecosófica pone de manifiesto nuestra contingencia, nos hace descubrir también nuestra divinidad.
*(traducción del italiano, Víctor Ricardo Moreno Holguín).
VIVARIUM Raimon Panikkar Colombia
Visitas: 298